Crear y cumplir metas: navegando por un mar embravecido

Muchas personas sienten que sus vidas no tienen un rumbo, ya sea en un aspecto profesional o personal. Entonces, para guiar su viaje, fijan una estrella del norte en una o varias metas. Hasta aquí todo está bien: hay un destino y parece ser que el camino está definido. Sin embargo, estos viajeros descubren que ese norte es más lejano de lo que parece y arribar se torna una fantasía. ¿Por qué pasó esto? ¿En qué fallaron nuestros viajeros?

Siempre pienso en este problema cuando imagino a las personas celebrando el fin de año. No solo es un momento para revisar lo que se logró y lo que no, sino que también es un nuevo inicio y una excusa para plantear nuevos objetivos. Este momento es crucial porque en él se define el destino, es decir, las metas. Pero, antes de definirlas, es bueno revisar el significado de una meta.

El futuro está cubierto por una densa niebla. Todo lo que organicemos en el presente estará sujeto a la contingencia o, en otras palabras, a lo impredecible. Una meta, sin embargo, es un futuro deseado que solo ocurrirá con nuestra intervención. Si imaginamos un barco navegando entre la niebla, la meta no solo sería el puerto al que se arriba, sino también la linterna que traza un camino por la cortina vaporosa.

Ya que tenemos un atisbo de lo que es una meta, ahora podemos pensar en cómo plantearla. Hay muchas maneras de definir metas, ya sea dependiendo del tiempo (que siempre es un factor crucial en cualquier meta y puede variar en duración) o la naturaleza misma de ella (personal, laboral, de carrera o de equipo). No obstante, la clave es no apresurarse a buscar una meta sin conocerla, por el contrario, es importante estudiarla y analizar el camino que se llevará a cabo para lograr. Por eso vemos tantos naufragios y lamentaciones al ritmo de la música de diciembre. Si tu intención es seguir la estrella del norte, primero conoce el mar, el viento, el itinerario y todos los factores que permitirán (o impedirán) la expedición.

Algo que recomiendo para definir una meta y considero que es un factor crucial es la medición. Existen varios métodos para hacer esto, como los KPI’s (Key Performance Indicators), métricas o resultados claves, por nombrar algunos, y algunos se ajustarán de manera más adecuada a tus necesidades; pero, en todo caso, medir una meta es un factor que nos ayudará a que su cumplimiento se lleve a cabo óptimamente. Entonces, si medimos una meta de manera adecuada, entenderemos el plan de acción que debemos desarrollar, ya sea individual o grupalmente. El camino tiene ahora distancias marcadas y no solo un recorrido abstracto.

Una buena forma de definir metas es el método SMART que es valioso y bastante conocido. Sin ahondar mucho en él, este acrónimo no solo nos propone que una meta debe ser medible, sino que también específica, alcanzable, relevante y con un límite de tiempo. Todas estas características son fundamentales para definir el puerto de llegada y la ruta.

Ahora bien, si lo que queremos es organizar las metas de una manera realista y de tal forma en que podamos construir una ruta navegable, yo opto por una organización desde lo pequeño a lo grande. En el método TIGER, el cual diseñé meticulosamente como una forma de crecimiento personal y, a su vez, profesional, las pequeñas acciones tienen grandes resultados. Por lo tanto, para alcanzar una meta grande de una larga duración, empezamos por metas pequeñas en tiempos cortos. Un año lo dividimos en meses, luego en semanas y, finalmente, en nuestras acciones diarias que nos ayudarán a alcanzar esa gran meta. Este proceso de ordenamiento no solo nos permite entender el plan de acción, sino que también nos hace reflexionar sobre nuestra conducta a nivel personal.

Las metas no son solo objetivos que aspiramos alcanzar y completar, sino que también son propósitos que nos hacen replantear nuestras acciones, nos ayudan a conocer nuestras ambiciones y su tamaño. Nuestro barco parte hacia un puerto en la lejanía al mismo tiempo que ahondamos en nosotros mismos. Incluso esta idea está respaldada por estudios de neurociencia y comportamiento que evidencian un cambio positivo en el funcionamiento del cerebro cuando está involucrado el planteamiento y desarrollo de metas. No solo es un proceso hacia el exterior, sino que también se dirige al interior desde acciones pequeñas que detonan grandes cambios.

Las metas no deben ser una pesada carga que resulte en arrepentimiento al finalizar el año. Cada persona tiene las capacidades de darle la forma más adecuada a su proyecto personal o de grupo, y el futuro al que quiere llegar debe estar bien divisado y la ruta en el mapa cuidadosamente marcada. No hay que temer a la aventura y zarpar con un buen camino hará que el puerto se vea más claramente.